Sobre la ópera
Béla Bartók escribió una sola composición lírica, El castillo de Barbazul, que se convirtió en la ópera más importante del panorama lírico húngaro del siglo XX. La ópera fue escrita entre febrero y septiembre de 1911. Se estrenó en la Ópera Real de Budapest el 24 de mayo de 1918 con Olga Haselbeck en el papel de Judith y Oszkár Kálmán como Barbazul, asumiendo la dirección de escena Egisto Tango y la musical Dezsö Zádor. El libreto de Béla Balázs, poeta y amigo del compositor, está basado en el relato Barbe Bleue de Charles Perrault incluido en su recopilación de cuentos Mi madre la oca (1628) junto con historias como las de Caperucita roja, El gato con botas o La cenicienta. De este relato el dramaturgo belga Maurice Maeterlinck realiza una adaptación que va a servir de base para dos óperas: Ariane et Barbe-Bleue de Paul Dukas, estrenada en París en 1907 en presencia de Bartók y su futuro libretista Béla Balász y El castillo de Barbazul de Béla Bartók.
Béla Balázs calificó el libreto de El castillo de Barbazul como una “balada de la vida interior”. La dramaturgia de esta ópera tiene un marcado carácter psicológico y metafórico. Está influenciada por uno de los movimientos artísticos más importantes de finales del siglo XIX, el Simbolismo. Y también por el Psicoanálisis, que había revolucionado la percepción que el ser humano tenía de si mismo, revelando en su interior todo un mundo oculto incontrolable lleno de contradicciones. Hay quienes asimismo interpretan el texto de esta ópera como una alegoría sobre el inevitable fracaso de las relaciones entre el hombre y la mujer, polos opuestos de dos principios contradictorios, que según el concepto pesimista de Béla Bartók, nunca podrán ser compatibles. También existe en la composición una relación textual con Lohengrin de Wagner. En ambas óperas se hace referencia al lejano mito de Psique y al tema de la fragilidad de la eterna Eva en pugna con el demonio de la perversidad. Bartók incluyó un narrador al principio del libreto de la ópera para introducir al público en el contenido simbólico de la misma. De manera resumida y sencilla, el castillo representaría, pues no está del todo claro, el alma de Barbazul y por extensión de todo ser humano y las puertas del castillo simbolizarían las difíciles y dolorosas pruebas a las que el ser humano se ve sometido a lo largo de su existencia.
Musicalmente la ópera es la afirmación por parte del compositor de un estilo propio, pero influenciado por el tardorromanticismo y la asimilación de los elementos folklóricos provenientes de la intensa investigación realizada por el compositor en este campo. Destaca en la partitura la importancia concedida a la orquesta y la cuidada elaboración del lenguaje armónico. La riqueza orquestal de la partitura denota la influencia musical de la Ariane de Paul Dukas y el recitativo melódico continuo nos recuerda a Pélleas et Mélisande de Claude Debussy, aunque el lenguaje de Bartók es más expresionista que impresionista. Bartók creó un original lenguaje acústico en el que tanto la tradición musical centroeuropea como el folklore de distintos pueblos (principalmente el húngaro, rumano y eslovaco) desempeñan un papel determinante. El músico no se sometió a ningún tipo de moda, sino que desarrolló una genial mezcla de modernidad y arcaísmo. La ópera se estructura en obertura y siete cuadros, equivalentes a siete puertas, caracterizados tímbrica y armónicamente desde la orquesta. La utilización de algunos motivos recurrentes, proporcionan cohesión musical al drama, sin perjudicar el efecto contrastante que se crea al abrir cada una de las puertas. Los dos protagonistas de la ópera declaman el texto, de acuerdo a un recitativo arioso donde la palabra se adecua a la particular prosodia del lenguaje húngaro. El castillo de Barbazul es posiblemente una de las óperas más enigmáticas y bellas de todo el siglo XX.