Sobre la ópera
Por Guillermo Amaya, director escénico y adaptador del texto original al castellano
Un grupo que visita el museo, se pierde, y entra en una sala que se encuentra en desuso. Parece un viejo almacén, lleno de cajas y de antigüedades. Todos se ponen a curiosear. Hasta que encuentran un libro de Pauline Viardot. Nuestra protagonista comienza a leer. Suena la música y todo se transforma. Surge la luz, la magia y el viejo almacén se convierte en un salón que bien podría haber sido el salón de la casa de Viardot donde, muy amenudo, realizaba este tipo de representaciones. Los visitantes que se habían perdido, se transforman en los protagonistas de la ópera.
Este es el punto de partida para mi puesta en escena de la Cenicienta de Pauline Viardot. Mi intención es extraer del texto y de la historia, tal y como nos la cuenta la compositora, las ideas esenciales, y ver la vigencia que tienen en nuestra sociedad actual y cómo puede servir la opereta para que conecte con un público joven y familiar, tanto a nivel musical y narrativo como a nivel estético y escénico. Por eso mi empeño, a través de la puesta en escena, en unir dos mundos, el de la magia y el pasado con el mundo presente y la fantasía. Contar, a través de la Cenicienta de Viardot, la importancia de valores como la bondad, el amor, la capacidad de perdonar, el trabajo y la recompensa y la superación de los prejuicios. Todos muy vigentes hoy en día, quizá más que nunca.
Al mismo tiempo, qiuero hacer un homenaje a la compositora en el 200 aniversario de su naciemiento, redescubrir su música y darla a conocer a su público joven que quizá no haya oído todavía hablar de Pauline Viardoy y de la importancia que tuvo a nivel artístico en la Europa del XIX.